Empiezo escribiendo esto todavía con los dolores de carrera y las sensaciones de bienestar que te da una Ultra terminada.
Más allá que no me haya acercado a la marca del año pasado, estoy muy contento de haberme sobrepuesto a problemas incontrolables como pueden ser el terreno o la temperatura.
Terminé con 12 horas y 38 minutos, 1 hora y 22 minutos más lento que el año pasado pero este vez lo hicimos con unos 10 o 12 grados más de temperatura, el circuito modificado para más exigencia y 4 semanas después de un 24hs bastante duro. Hablan de entre 800 y 1000 abandonos de los 2600 corredores que largamos. Me parece mucho pero es lo que leí por ahí, y tampoco hay cifras oficiales. Acabé en el puesto 89 de la general. También leí por ahí que los 10 primeros tardaron 1 hora y 10 minutos más que el año pasado. Mal de muchos, consuelo de tonto…ja!
La cosa empezó como últimamente…con algún inconveniente. Llegué tarde a la retirada del dorsal el mismo día de la prueba y casi no me lo dan, pero con algunos minutos de charla y demás pude conseguirlo. A solo una hora de largar empiezo a cambiarme y relajar la cabeza después de casi 2 horas de viaje y media tratando de conseguir el número.
Entré al campo cerrado media hora antes y busco sitio lo más delante posible para evitar mucho estorbo de la gente que sale despacio. Inciso aparte para esto; no entiendo como la gente y su sentido común no hace que se ubique en el sitio que le corresponde para no estorbar a los más rápidos. Mientras tanto me llega un mensaje de Patri que se había podido colar dentro del campo así que nos encontramos para compartir esos últimos minutos, siempre tan especiales, antes que den la salida.
Unas palabras del General o Coronel, un cargo alto de la Legión, muy lindas y 11 en punto de la mañana dan el chupinazo de la salida. QUE HORROR!!!! Codazos, empujones, esquivando a gente con bastones (signo que iban a hacer caminando la prueba). Sabía que mi ritmo iba a ser por debajo de 6 min/km en las primeras horas, y así y todo esta gente con bastones me pasaba como parado.
Iba todo bien, muy cómodo pensando en todos los detalles que había organizado para la hidratación e ingesta. Pasa la primera hora y genial pero cuando se acercaba la segunda hora empecé a tener un dolor punzante en la parte baja del abdomen, como cuando tenes un “gas” que no te podes tirar. Intenté seguir tomando y comiendo normalmente pero cada cosa que metía hacia que el dolor sea más agudo. Hacía mucho calor y solo podía beber agua. Ni geles, ni sales, ni barrita, ni isotónica. Empecé a pensar que no iba a poder terminarla porque sabía que con los 30º que había para ese momento y con lo que estaba sudando, algo no iba a acabar bien. Faltaban más de 70 kilómetros.
Podía hacer las cuestas bastante bien pero las bajadas eran un suplicio. Ya para los 30 kilómetros tenías las piernas duras y hacía una hora que estaba a agüita nomás. Me puse música para ver si me distraía pero la cosa no mejoraba. Empecé a sentir que no estaba recuperado de las 24hs del mes anterior. Me empecé a dar cuenta de lo que estaba haciendo.
A paso por el primer pueblo me esperaba Patri y Cati. Quería contarles lo mal que iba para sacarme un poco de peso…no sé…pero poco tiempo estuve ya que ni paré. Solo beso a las dos, un: “me duele mucho la panza” mientras llenaba una de mis botellas, y seguí adelante.
Llegué al kilómetro 40 con casi nada de dolor y me tomé una pastilla de sales y la acepté muy bien. Esto me tranquilizó bastante porque ya para ese momento tenías las piernas destrozadas.
Kilómetro 50 y decido tomarme, con bastante miedo, un recuperante. Es a base de hidratos, proteínas, aminoácidos, glutamina y demás. A los 20 minutos me llegó un poco de vida. El estomago no se molestó por esta ingesta, el ánimo volvió y las piernas empezaron a responder. ¡Esto parece que camina!
En el kilómetro 59 iba a cruzar un pueblo llamado Setenil de las Bodegas donde me esperarían las chicas de nuevo. Entrando veo a Patri…que alegría! Me acompaña un par de kilómetros dentro del pueblo y me dice que Nacho había llegado, que estaba con Cati. Otra linda alegría.
Esto es como todo. Cuando haces las cosas solo y sufrís solo, parece que a nadie le importas y el sufrimiento parece más. Pero cuando alguien te espera; tu familia, tus amigos, y sentís sus palabras de ánimo, sus abrazos…hace que la cosa valga la pena…o eso me parece a mi. Como si el sufrimiento y el sacrificio se dividiera exactamente por el número de personas que te alientan.
Llegamos donde Cati y Nacho. Venia en el mismo tiempo que el año pasado…minuto más, minuto menos…pero las sensaciones mucho peores. Me tomo un respiro ya que en estas 6 horas y pico que llevaba en carrera no había parado ni una vez salvo obligado a cargar agua y algún que otro pis.
Me desahogo de lo lindo mientras comía una mandarina que no pude terminar. Cargo la botella con agua fría porque hasta ese momento todo lo de los avituallamiento estaba re caliente y salgo con más ganas. Me quedaban 2 horas de “solitariedad” (así me salió cuando me despedí de los chicos, ja!) para correr acompañado.
Estos casi 20 kilómetros hasta El Cuartel de la Legión, que es el avituallamiento más importante y donde esperaban podólogos, fisios y médicos, fueron durísimos. El ánimo que había conseguido se empezó a ir, las piernas empezaron a estar cada vez peor, el estomago empezó a doler de nuevo y cada bajada era un dolor punzante esperando que salga ese pedito, que no venía, para calmarlo.
A poco de salir de Setenil empieza la subida más larga de la prueba. Entre pitos y flautas suman unos 9 kilómetros de ascenso con su prima, la bajada, de unos 7 kilómetros.
Venía subiendo como podía, agarrando rezagados y dejando paso a otros que venían más rápido. Para ese momento teníamos a Lorenzo en las espaldas que parecía una mochila de agua caliente, el viento no existía, la subida no terminaba nunca y abdomen super duro. Alguno me pidió agua porque ya no le quedaba, algunos acalambrados al costado del camino pero todos con la misma cara desencajada de venir dándolo todo. Una vez que llegué arriba y comencé a bajar mi barriga empezó a quejarse a gritos. No podía correr, tuve que parar un montón de veces. Movía la riñonera, intentaba hacer pis haber si me tiraba ese gas salvador, caminaba, corría más rápido y nada funcionaba. Llego abajo y todavía faltaban como 3 kilómetros para el Cuartel.
Cuando estoy entrando me cruzo con un soldado y le pregunto para donde. Me dice que a 100 metros había agua, comida…y “el fisio”. –“Bueno, pensé, no debo de tener buena cara”. A los 100 metros le pregunto a otro soldado para donde y me dice: -“Ahí”. Señalándome con el dedo un edificio. –“Hay agua, comida…y el médico al fondo primera puerta derecha”.
Llegué al cuartel 1 hora y pico más lento que el año pasado. Quieras o no, esto hace que tu ánimo caiga aún más. Por suerte al salir me estarían esperando los chicos.
Entro al salón donde me esperaba de todo lo que podía necesitar. Fisios, médicos, cocineros, sillas, mesas, baños, gente muy amable intentando ayudarme (cosa que durante el camino no hubo mucho) comida, Coca Cola, agua e isotónica frías…un paraíso! Pero para mi desgracia no tenía tiempo de usar nada de eso. Agarro un vaso de plástico, una botellita de agua y de postre una Coca Cola biennn hellaadaaaa. Me preparo otra vez mi recuperante, le pego dos sorbos a la Coca y la tengo que tirar para irme otra vez a ese infierno donde me esperaba la parte más dura.
Saliendo del Cuartel empiezo a subir una cuestita hasta la puerta donde estaban ellos y veo a Nacho caminando hacia mi. En ese momento estaba en la peor situación física y anímica posible. Decí que tengo la suerte de contar con estas personas al lado mío que solo con su energía hacen que mi ánimo sea mejor. Le cuento como iba mientras nos acercábamos a las chicas. Me dan una mandarina y mientras la pelaba empiezo a vaciar mi riñonera de todo lo que iba a tomar y no usé.
Unos 5 minutos después y con un par de kilos menos salimos al trotecito a buscar esos 20 kilómetros finales.
Tenía piernas pero mi estomago no me dejaba tranquilo. El aliento y la compañía de Nachete hacía que mi ánimo empiece a crecer y devuelva la energía a mis piernas. Empezamos a subir la famosa cuesta de la Ermita donde ya íbamos mezclados entre duatletas y ciclistas. Una vez que empezamos a bajar me empecé a sentir muy bien. Llegados abajo el camino seguía bajando más suave así que era momento de dejar lo que me quedaba. Mientras oscurecía encontramos un buen ritmo durante varios kilómetros.
Pasamos el anteúltimo pueblo; llegamos y pasamos el último pueblo donde nos volvíamos a cruzar, esta vez por última vez, con mis chicas a tan solo 10 kilómetros para el final.
Veníamos a un muy buen ritmo hasta que volvieron las subidas entre la oscuridad. Nuestra luz era poca así que casi ni veíamos cuando subíamos o bajábamos salvo en las sensaciones, pero con 12 horas en las piernas duele lo mismo bajar que subir, así que corríamos todo lo que podíamos hasta que llegamos al Tajo de Ronda iluminado y precioso.
Empezamos a subir la ultra famosa cuesta del Cachondeo de unos 3 kilómetros para llegar al pié del Castillo y correr los últimos 2 kilómetros entre alientos y saludos de la gente que bien vestida (vendrían de alguna cena o irían a seguir la noche en algún pub) y con todo su corazón nos decían unas palabras geniales. Ya vemos la curva que nos metía en la plaza y la línea de meta.
No podía dejar de sonreír. Ya casi mi tiempo no me importaba, pero si mi actitud cuando la cosa iba mal. En ningún momento pensé en abandonar, solamente quería seguir adelante y que mi tiempo sea bueno. Ya comprendí que todo termina; es algo que siempre escuchamos pero entenderlo realmente, hacerlo carne, es algo un poco más difícil. Cuando todo esta mal, cuando faltan fuerza y todavía quedan por recorrer muchas horas…el entender que todo tiene un final hace que sigas adelante sin pensar en nada más que hacer bien tu trabajo presente, sin quejas, solo aceptas lo que te tocas y seguís…”o la cosa mejora o caes fulminado contra el suelo”.
Cruzamos la meta con Nacho y esa alegría de compartir algo especial, para recibir la medalla y la foto debajo del reloj; trofeos invalorables!
Dar las gracias a mis chicas que me hicieron el aguante durante esas 12 horas y 38 minutos que duró mis 101 kilómetros por la serranía de Ronda, más las 4 horas desde que nos despertamos hasta que largué y las 3 horas finales desde que llegué hasta que volvimos a casa.
Gracias a Nachete que se tiró 2 horas de viaje desde Chiclana de ida y de 2 de vuelta para acompañarme los últimos y más duros 24 kilómetros donde su inestimable apoyo hizo que mi carrera sea un poco más fácil.
Todavía no pude encontrar dos Ultras iguales. Todavía no pude dejar de aprender de cada reto que encaro. Esto esta pasando de ser retos físicos a ser retos de vida.
Vuelvo a agradecer a mi viejo y a mi tío que desde algún lado sentí sus fuerzas.
Aunque parezca el mismo, nunca es el mismo río que pasa bajo el puente.