El reto de mi vida – 420 kilómetros Non Stop

Este reto empezó el 24 de febrero de 1998. 

Después de estar peleando en reposo durante 48 días la vida de mi hija por fin, el 23 de febrero nace con 1,200 kilogramos Catalina. 

Como en una nube, pasé esa noche. Enamorado de mi hija y agradecido a Patricia por haber hecho ese esfuerzo tan grande, pero 24 horas después un paro cardiorrespiratorio nos tiró los sueños al suelo. Las próximas 72 horas serían críticas. 

Esas 3 noches dormí en el hospital, sentado en una silla raquítica, esperando que se abra la puerta de neonatología con la peor noticia. 

En la planta 5 estaba internada mi hija pelando por su vida y en la planta 3, mi mujer con una cesárea de urgencias. A ninguna de la dos podía ver hasta la siguiente visita. 

Y esas sillas raquíticas me hacían peor la espera. 

En ese momento, buscando esperanzas en mi propio dolor, me prometí ayudar a ese hospital que tanto estaba haciendo por mi familia y pensé: “Cuando pueda, por lo menos les quiero comprar unas buenas sillas para que la espera no sea tan dura”.

El 9 de abril dejamos el hospital los tres,

En el 2004 murió repentinamente mi viejo a los 63 años. Él era un gran referente para mí. Regresé a España y sin mirar atrás estuve 10 años sin volver a mi país..

Terminar mi primer Spartathlon en el 2013 fue demostrarme que podía hacer grandes cosas. Fue demostrarme que podía cumplir mis sueños, y que la vida no era solo palos en la espada. Así que, al poco tiempo me cruzó por el pecho una idea loca. 

Estábamos a finales del 2013. Éste fue el cumpleaños 15 de Catalina, y al año siguiente serían los 10 años del fallecimiento de mi viejo. Era el momento justo. Correr desde la casa donde nació mi padre hasta la casa donde murió. Ahora la duda era cómo hacerlo. 420 kilómetros eran difíciles de gestionar. 

Al principio pensé hacerlo en etapas, pero eso no me daba la sensación de reto porque sabía que lo iba a terminar. Quería algo realmente duro, pero correr sin parar era imposible. Yo solo había recorrido 246 kilómetros una vez y me había dejado inválido dos días. 

Estaba decidido entonces 🙂 Correría sin parar esos 420 kilómetros que unían Sarandí, Santa Clara del Mar y Mar del Plata en recuerdo de mi viejo, recaudando dinero para el Hospital Materno Infantil de mi ciudad. Mi promesa estaría cumplida. 

Hacía 10 años que no volvía a mi casa ni veía a mi familia. Sería algo así como cerrar un ciclo llegando a mi ciudad corriendo durante 3 días sin parar. 

Hoy me doy cuenta que son los mismos 3 días que pasé en esa sala de espera. Creo que fue algo así como cambiar los peores tres días de mi vida por otros 3 de grandes recuerdos imborrables. 

La crónica de este reto me la guardo para mi. No les voy a poder contar lo que sentí al reencontrarme con mi familia y amigos que hacía 10 o 20 años que no veía y venían a la ruta a esperarme y quedarse conmigo hasta Mardel. Ver a mis sobrinos por primera vez. Que mi hermano esté asistiéndome, o poder darle una abrazo a mi hermana, mi tía o a mi madre después de tanto tiempo. 

Todo eso me lo guardo para mi, porque las lagrimas son muy de uno para andar mostrándolas. 

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