Ya con la resaca de la Maratón. Tengo que subir de a un escalón y bajarlos de costado porque tengo un dolor en todo el cuerpo que ni les cuento. 3h 24min 25seg fue mi marca. Pude seguir la planificación que había trazado pero lo duro del recorrido no me dejó cambiar de ritmo como tenía pensado para los últimos 7 kilómetros. La Maratón es única. Ella sola te dice hasta donde podes llegar mientras van pasando los kilómetros.
Tenía casi todo controlado; los tiempo, las comidas pero el domingo no tenía buen cuerpo. Lo que más me preocupaba era poder (lo escribo como se los diría) cagar antes de la carrera y así fue. Dos veces fui al baño pero no me quedé satisfecho. Largamos y por el kilómetro 7 me empezó a apretar el estomago y no se me pasó en toda la carrera. Un “gasesito” por el kilómetro 12 y sentí que bajó acompañado. Otro por el 22 y lo mismo. El último por el kilómetro 30 y ya no me importaba nada. Creía que estaba corriendo “cagado” pero me daba igual. Si…ríanse…pero no saben lo mal que la pasé. No pude soltarme en toda la carrera.
A ese malestar le sumo el recorrido. DURISIMO. Si, con mayúsculas. Los primeros 5kms en subida y con una cantidad de gente increíble. No podía mantener un ritmo constante por esquivar a corredores. Perdí mucho tiempo.
Al paso de los 10kms iba ya al ritmo que me había fijado, pude recuperar un poco pero no me iba a desesperar, quedaba mucho todavía. En el kilómetro 16 me esperaba Patri para darme alimento y fuerzas. Intentaba soltarme pero sentía las piernas pesadas y mi estomago más pesado todavía.
Hasta los 21 kms bastante llano, con algunas subiditas pero bien. Inmediatamente entramos en un parque muy grande que fue donde empezó lo duro. Subidas y bajadas que me endurecían cada vez más las piernas. Por el km 29 me esperaba Patri para darme más alimento y las últimas fuerzas. Saliendo de ese parque una rampa de 100m que…ufff!
Llego al kilómetro 30 y empezaron realmente los dolores. Primero un cuadriceps, después un abductor, un poco más y la rodilla del mismo cuadriceps. Acuérdense del pedito a los 30 kms. Hecho una porquería.
Una pequeña bajadita y llano hasta los 35 km. Me empecé a sentir bien. Había esperanzas. Pero pasados los 36 llegó lo que estaba esperando. El camino empezó a subir. En el kilómetro 38 me siento muy fuerte, y llegamos al 39. Seguíamos subiendo. Unos metros más y la avenida doblaba justo en Atocha (la estación de tren donde fue el atentado) Pensando que la subida terminaría ahí, me llega una ráfaga de alivio. Al doblar veo que sigue para arriba, y escucho que uno dice:- “vamos chicos que el ultimo kilómetro es en bajada”. Les juro me agarré una calentura con el camino, la organización, el chavón que dijo esa estupidez. De solo pensar que quedaban DOS kilómetros de subida!!!…no sé…para explicarles las cosas que se me pasaron por la cabeza necesitaría otra hoja más.
Después de putear un poquito llegaron los 40 kilómetros y ya solo quedaba uno en subida. Ya veo la curva. Por fin doblamos hacia la meta. Bajada, intento soltarme para poder disfrutar de ese último kilómetro pero las piernas eran un garrote.
Llegan los últimos metros y la emoción es enorme. Solo recuerdo que tenia en la cabeza a Patri y a mi viejo. No pensaba en otra cosa. Quería cruzar la línea de meta para poder abrazarlos y darles las gracias, porque por ellos pude estar ahí.
Gracias a mi viejo que me enseñó unos valores bien marcados con sus ejemplos para aguantar a pesar de todo. Y gracias a mi Negri por apoyarme en cada kilómetro de esta vida que compartimos. Sin ellos no hubiera podido.
Mi reflexión sobre la Maratón es más difícil de lo que pensaba. Creía poder decir que el esfuerzo vale la pena ya que los últimos metros son muy emocionantes. Pero para mi fue otra cosa. 500m antes me salieron unos “pucheros” de la emoción pero hicieron que me ahogue así que, inmediatamente, intenté controlarme porque no podía respirar. Eso de llorar quedó de lado.
Acompañé a muchos amigos en muchas Maratones. En mi mente la corrí miles de veces y llegué otras miles. Sabía lo que me esperaba y como llegaría. La diferencia, y lo que hoy me llena profundamente de emoción y orgullo es el camino recorrido con Patri, que no empezó en diciembre sino hace muchos años, para poder largar la carrera. No es mi carrera. Es la de ella y la de Cati. Siento que corrí y llegué por los tres y para ellas. Que el cruce de la línea de llegada es la culminación de un sueño en común.