GUAUUU…!!!! Que viaje!!!!
Comenzamos a caminar a las 21hs del viernes 24 y terminamos a las 17:55hs del sábado 25 de abril. En total LXVII Millas o 100 kilómetros, como mejor lo entiendo.
No hay que tomarse un avión y hacer miles de kilómetros para vivir. Es lo que tiene esto, así de fácil, solo caminar. Pero todo lo que pasó durante esas veinte horas y cincuenta y seis minutos quedará en nosotros durante mucho tiempo.
Se trataba de 3 circuitos diferentes. Salimos de un polideportivo donde dejamos la comida y la ropa que íbamos a usar. La primera parada fue en la Plaza España de la ciudad a 1,66 kilómetro. Estuvimos esperando 20 minutos hasta la salida oficial. La anécdota del evento la dio uno de la organización al dar la salida tirando una bomba de estruendo. Estaban a unos centímetros nuestro cuando la encienden y se les escapan de la mano explotando a esos mismos centímetros de nosotros. Un poco sordos…jejeje!…largamos!!!
El primer circuito fue de 27,5 kilómetros cercando la vera de Río Guadiana por ambos lados ida y vuelta. Cinco horas después volvimos al polideportivo sin problemas, solo con unas pequeñas ampollas. Patri con ampollas en los laterales de los talones que solucionó con unos Compeed y yo en los costados de los dedos chiquitos que solventé con unas tiras de cinta.
Comimos unos fideos y a las 2:36 hs dejamos el poli para empezar nuestro segundo circuito. Otros 28,5 kilómetros nos esperaban. Salimos al mismo ritmo. Sentíamos que íbamos rápido pero teníamos bien las piernas. Este camino era un poco más accidentado que el anterior pero no muy complejo, la noche lo hacia difícil. Llegamos otra vez al polideportivo a las 7:41 hs pero ya no tan bien. Muscularmente sin grandes problemas pero unas horas antes empezamos a sentir molestias en los pies. Las ampollas se hicieron más grandes y se hacía difícil apoyarlos bien.
Al sacarnos las zapatillas encontramos lo que nos temíamos. Las ampollas estaban peor. Las que había cubierto Patri con los Compeed se les hicieron más grandes y las más de diez horas de caminata le sensibilizaron los pies haciendo que los roses de las zapas sean más molestos todavía. A mi me pasaba los mismo pero las ampollas de los dedos chiquitos se pusieron peor. El del pie derecho estaba todo hinchado y con una ampolla de sangre que lo cubría enterito. La uña solamente estaba sujeta por la piel, un milímetro sobre la carne más o menos. Decidí reventarla; grave error. Me ardía muchísimo. Intenté encintarlo con el de al lado pero era peor así que no lo hice. El del pie izquierdo me dolía y estaba un poco negrito pero sin ampolla. Lo encinté. En el dedo de al lado me salió una de agua enorme que la reventé y la encinté también. En los talones tenia una grande en cada pie debajo de los Compeed que me puse antes de salir para prevenirlas. No intenté sacarlos así que los tapé con cinta, me puse medias limpias y las zapas.
El ponernos de pie fue otra cosa. Estuvimos algo así como diez minutos sentados y nuestros músculos se enfriaron junto con nuestros pies. Uff….que dolor de…..todo!!! Pero nuestros pies eran algo diferente. Creo que Patri estaba mejor porque era capaz de caminar, renga, para ir a buscar la comida. Yo no podía. Agarré la mochila y solo el bamboleo de esta no me dejaba avanzar hasta el comedor que estaba a diez metros. Me senté en el suelo apoyándome en una máquina de Coca Cola. Sentía que todo se iba a la Mierda. No me sentía capaz de caminar otros 44 kilómetros. Pensaba en Patri y en lo que había escrito el lunes pasado; si tendría la suficiente capacidad de sufrimiento para los últimos kilómetros. Escucho que dicen que el siguiente puesto de avituallamiento no iba a estar porque los responsables no se habían presentado. El próximo contacto con la organización estaría a más de dos horas y media. Llega Patri con nuestro desayuno. Café, pan con manteca y un par de sándwich. No sabía que hacer. Comí todo y estaba terminando el café amargo (porque no encontramos el azúcar) y en un momento de decisión inconciente me pongo de pie y le digo a Patri de salir ya.
Cuarenta y siete minutos después de haber terminado el segundo recorrido salimos muy despacio decididos a terminar lo que habíamos empezado.
El tercer y último circuito prometía ser un poco más atractivo ya que era de día y pasábamos por varios pueblos.
Los primeros minutos fueron bastante duros pero de a poco se me fueron soltando las piernas, los pies no. Parecía que en cada paso se me clavaran un montón de alfileres en las plantas de los pies. Apoyando solo la media planta durante varios kilómetros me empezó a doler una rodilla y un poco la espalda. Decidí apoyar los pies enteros aunque me dolieran, al fin y al cabo eran solo ampollas. Patri estaba pasando algo parecido, dolores musculares que intentaba sobrellevar pisando de distintas maneras y le dolían mucho los pies pero seguíamos adelante. Llegamos al primer pueblo en poco menos de tres horas y los pies estaban ya acostumbrados al dolor. Nos tomamos nuestro tiempo para comer y descansar y trece minutos después estábamos de nuevo en el camino. Empieza a apretar un poco el calor y paro para sacarme las calzas, para eso me saco las zapas y veo una mancha roja en toda la media suela y otra clarita en el talón del otro pie. No toqué nada y me volví a poner las zapas. Un poco antes Patri me dice que le habían entrado piedritas en las zapas y se las saca para limpiarlas pero no había ninguna. Tenía los pies tan dormidos e hinchados que le daba esa sensación. El próximo abastecimiento era solo una mesa y una pareja en su coche al lado de una ruta. Agarramos unas frutas, agua y seguimos adelante. El siguiente estaba a una hora que se hizo bastante larga. Solamente quedaba pasar por un pueblo para empezar la recta final. En este último circuito fuimos coincidiendo con varios grupos con los cuales nos íbamos cruzando por el camino. Con unos sevillanos que le sacamos una foto por la noche y al pasarnos se pusieron a contar chistes que nos subió el ánimo y nos enganchamos varios kilómetros, con un grupo formado por tres parejas que empezaron fuerte pero al final se quedaron atrás y con tres o cuatro parejas más “sueltas” que coincidíamos en los avituallamientos. Una de estas nos agarraron un poco antes del último pueblo y varios kilómetros después de salir del puesto de control. Fuimos con ellos varios kilómetros pero no teníamos piernas…ni pies…para seguir su ritmo. Quedaba alrededor de una hora y media para llegar y empieza a levantar frío y un viento horrible. Cabecitas gachas para que no se nos vuelen las gorras y solo una hora, más o menos. Veinte horas caminando y no sé porque decidimos bajar de las veintiuna. Apuramos con los últimos cartuchos que nos quedaban, entramos a la ciudad y el camino nos llevaba a recorrer el centro y la peatonal hasta la plaza España que era donde estaba la meta. El centro, un sábado casi a las seis de la tarde, estaba lleno de gente caminando y tomándose algo en las mesitas de afuera de los bares. Nuestras pintas de caminantes, nuestras caras de cansancio y nuestra cojera hacia que varios se dieran vuelta y nos mirasen. Pensaba para mi: “-Esta gente dirá que estamos locos”. No eran pintas para pasar por ahí. Pero mi sorpresa llegó cuando un chico le dice a otro: “-Salieron a las 9 de la noche y están haciendo 100 kilómetros”. Al cabo de unos metros más unos chicos que estaban con unas cervezas en las manos nos alientan con mucha entrega.
Cuando entramos a la plaza no había nada especial. Estaban armando un escenario; calculo que era para las 21 hs donde iban a llegar el resto de participantes ya que a las diez de la mañana salió un grupo para hacer solamente nuestro último circuito de 44 kilómetros, y solo había una mesa dentro de una carpa medio volándose por el viento y una escenario chiquito con unas publicidades de fondo.
Paré mi reloj y nos encontramos con unas personas del camino que nos saludan y felicitan efusivamente. Nos dicen que vayamos a la carpa para que nos firmen el último control. Los organizadores también nos felicitan con mucha alegría, nos dan una replica de un Miliario Romano como recuerdo arriba del escenario, nos sacan unas fotos y nos “obligan” a participar el próximo año. El Miliario se colocaba en los camino cada mil paso marcando la distancia. Un muy buen detalle para un evento realizado en una ciudad que se fundó gracias a la existencia de los caminos romanos.
Nuestra siguiente sorpresa vino cuando nos dicen que el próximo bondi al polideportivo salía en dos horas. Así que, doloridos, nos tocaba caminar el último kilómetro y medio para poder ir a buscar nuestros bolsos y bañarnos.
Al llegar encontramos un muy buen ambiente de camaradería. Comimos algo, nos duchamos con mucho dolor y a casa cabeceando por el camino.
Hoy, con dos uñas menos y sin poder apoyar del todo los pies, me duele demasiado el cuerpo para poder dar una opinión razonable del sacrificio que le dimos a nuestro cuerpo.